15 de noviembre de 2013

El ogro.

Había una vez un ogro joven, con muchas ganas de prestar su fuerza a los hombres y mujeres del pueblo cercano. El ogro era muy bueno para abrir caminos, ahuyentar a ladrones y llevar a los pequeños a la escuela en el bosque. Los habitantes del pueblo le pagaban un tributo en retribución por los buenos oficios del ogro.

Todo iba muy bien, hasta que un día uno de los pobladores, que se jactaba de ser el más inteligente de todos, le dijo al ogro que cobraba muy barato por sus servicios, ya que con las obras que realizaba el pueblo había prosperado y nada faltaba. El ogro escuchó esas palabras y decidió cobrar más y traer a otro ogro para que le ayudara con las tareas.

Al inicio la gente del pueblo no protesto, pues tenía presente los buenos oficios del ogro y no vieron que otro fuera una carga tan pesada. Sin embargo, el ogro se había vuelto ambicioso y cada mes les aumentaba el tributo y traía un ogro más para ayudarle. Al tiempo, había más ogros que trabajo y se veía a muchos de ellos obstruyendo caminos, asaltando a los pobladores y destruyendo la escuela, con el pretexto de construir más caminos, dar más seguridad y dar mejor educación a los infantes.

El pueblo cayó en desgracia y los pobladores empezaron a vivir en la pobreza. Algunos se fueron a otro pueblo a comenzar de nuevo, otros tuvieron que rendir tributo hasta que no les quedo nada de patrimonio. Otros murieron recordando los viejos tiempos de bonanza. De aquel ogro joven no quedaba rastro. Había crecido y ahora era una enorme masa que pasaba la mayor parte del tiempo acostado, viendo como el resto de los ogros cobraban tributo y no prestaban los servicios de antaño. Parecía que el pueblo y los ogros estaban condenados y así fue.

Los pocos pobladores que quedaban se reunieron al anochecer y decidieron que era suficiente. La tiranía del ogro debía terminar. Tomaron sus azadones, machetes y palas, y comenzaron a matar a los ogros. Algunos pudieron despertar y se defendieron, matando a muchos pueblerinos. Al final, ganaron los hombres y dejaron vivo a un ogro joven, con muchas ganas de prestar su fuerza a los hombres y mujeres del pueblo…

El gobierno de Mexico escuchó al hombre “inteligente”, aumento los impuestos y dejo de prestar los servicios básicos que todo gobierno debe a su pueblo: infraestructura, seguridad y educación. Ahora debe escuchar al pueblo y desterrar a los ogros que están estorbando.

 

11 de noviembre de 2013

La rebelión de la secundaria.

Cuando iba en tercer año en la escuela secundaria teníamos una “cooperativa” escolar donde nos ofrecían diversos artículos para comprar como lápices, papitas, refrescos, etc. Siempre nos “sugerían” comprar ahí porque era “nuestra cooperativa” y los rendimientos se destinaban a mejoras a las instalaciones escolares. Obviamente, los precios eran más altos por estar en la “cooperativa” y tenernos como mercado cautivo.

Afuera de las instalaciones de la secundaria siempre había vendedores ambulantes con raspados, paletas, churritos y demás chuchulucos para saciar la gusga de los jóvenes de secundaria. Obviamente no les permitían entrar a los terrenos de la secundaria y a los alumnos no se nos permitía salir. Hubo, incluso, rondines de vigilancia de prefectos y “soplones” para evitar que compráramos con los vendedores ambulantes, pues aparte de ser mejores productos, también eran más baratos.

Todo era relativamente tranquilo, hasta que un día dieron la orden de impedir, a como diera lugar, que los alumnos les compráramos a los vendedores ambulantes. Todos debíamos gastar nuestro dinero donde la dirección ordenaba: la “cooperativa” escolar. Pasaron unos días en los que los alumnos apechugamos y seguimos las instrucciones de la dirección, pero veíamos que nuestro dinero alcanzaba para menos y malo y que del dinero de la “cooperativa” nadie sabía nada. Esto fue haciendo que en el ánimo juvenil naciera una rebelión por comprar donde nos dieran barato y bueno.

Al final, todo explotó con una manifestación estudiantil y una valla humana para poder comprar donde queríamos. No dejamos que nos impusieran condiciones que atentaban contra nuestro magro capital y logramos, pacíficamente porque no hubo golpes, que nos dejaran en paz. Además, como un logro colateral, también logramos transparentar las cuentas de la “cooperativa” y logramos que nos repartieran utilidades al final del año.

Así somos los del norte, los bajacalifornianos. Si algo atenta contra nuestro bien, nos manifestamos y logramos nuestros objetivos. En la secundaria tomaban decisiones estúpidas y se los hicimos saber. En México, en el gobierno federal están tomando decisiones estúpidas y se las estamos haciendo saber. Así como hicimos que nos repartirán utilidades que ni sabíamos que existían, así les exigiremos cuentas y les reclamaremos derechos que teníamos olvidados. Al gobierno federal le saldrá más caro el caldo que las albóndigas con las “reformas” fiscales.

Lo que algunos diputados y senadores llaman linchamiento, para nosotros se llama rendición de cuentas, y mejor no deberían llorar pues la verdad es que nos salen debiendo.