28 de febrero de 2017

¡México, México, México!

En la mente del guerrero Tlacaélel se libraba una batalla más intensa que aquella que lo rodeaba en ese momento. El tiempo era exiguo y tenía que encontrar una solución para alejar la derrota que se le venía encima en la figura de los guerreros tecpanecas. Las tropas mexicas y sus aliados eran obligados a retroceder en la batalla y todo parecía indicar que acabarían ahogados en el lago.

Tlacaélel sabía que estaba en un momento decisivo para su pueblo. Estaba a punto de perder la oportunidad de convertirse en el pueblo del Sol, el elegido de los dioses. El pueblo al que se le habían reservado los lugares privilegiados en el universo seria subyugado para siempre. Era urgente retomar el espíritu de grandeza y luchar por su destino divino. Él mejor que nadie sabía eso. Por algo era el supremo sacerdote de Cihuacóatl.

Veía correr a sus hermanos mexicas, veía correr a sus aliados tlacopanes y tetzcucos. En su mente se agolpaban las imágenes del águila devorando a la serpiente, con la que los dioses les otorgaban estos dominios. Eran el águila, eran el ombligo de la luna, eran mexitli, eran México.

Con eso en mente, se levantó frente a sus ejércitos y los arengo: “No corran hacia el lago, no somos cobardes víboras como nuestros enemigos. Invoquemos la fuerza de nuestro dios Huitzilopochtli, gritemos el nombre de nuestra tierra que nos da la certidumbre de ser los amos y señores de estos valles. A cada paso tengamos México en el pensamiento, a cada golpe démosle el impulso de México, este nombre  es sagrado, nos da la fuerza para vencer al enemigo y nos protege ante la derrota, esta tierra es México y México se impondrá sobre los enemigos. ¡México, México, México!”

Al oír las palabras de Tlacaélel, los soldados de la triple alianza comenzaron a corear ¡México, México, México!, dirigiendo sus pasos de nuevo a la batalla, dando la espalda a la derrota y la humillación, peleando de frente por su patria henchidos de poder mágico de su invocación a los dioses. ¡México, México, México! El enemigo comenzó a perder fuerza con solo oír ese grito poderoso, dejaron de avanzar y comenzaron a ser derrotados.


Fue el primer triunfo de México, palabra divina que infunde valor, fuerza y espíritu para conquistar la victoria, arrebatándola de las garras enemigas y triunfar a pesar de todas las adversidades.

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Inspirado  en la narración histórica de Sergio Romano(Twitter @agendaromano) y Miguel de León-Portilla (http://www.letraslibres.com/mexico/tlacaelel-un-sabio-poder-detras-del-trono)